viernes, 5 de enero de 2007

REPRESION 74

Con diferencia de horas, en febrero de 1974, una ola represiva tocóMonterrey, Nepantla en el Estado de México, el Distrito Federal, el Rancho ElChilar cercano a Ocosingo, Mérida y Campeche, para llegar hasta Cataluña enEspaña y al País Vasco.

Jamás sabremos como la recién integrada Brigada Blanca dio con una casa deseguridad de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional en Monterrey. Los dossecuestrados y torturados en ese lugar fueron forzados a acompañar a gruposespeciales y al ejército hasta la llamada por la organización la Casa Grandedonde en el brutal asalto fueron masacrados cinco militantes, mientras dossobrevivientes observaban la identificación de los caídos rematados ahí mismo.De Monterrey llegaron amarrados y golpeados los integrantes de una red de apoyopara desaparecer en una cárcel clandestina en la Circular Morelia donde elúnico secuestrado en el Distrito Federal corrió la misma suerte, las mismastorturas, el mismo encapuchamiento y la permanencia con las manos amarradas pordetrás, de todo el grupo que durante no menos de ocho días fue sometido abrutales interrogatorios. La información secuestrada en Nepantla condujo hastael Rancho El Chilar donde fue asesinado el dirigente de las FALN con al menostres militantes. Salvo las denuncias esporádicas, la más reciente a raíz delintento de castigar a Miguel Nazar Haro finalmente invicto, un videotestimonial del compañero Javier y las notas de prensa y protestas decomunidades muy diversas en la segunda quincena de febrero de 1974, todo habíapermanecido sin documentación ni crónica hasta que el domingo 12 de febrero de2006, el colectivo Nacidos en la Tempestad organizó una exposición en la casade Nepantla que permanece tal cual, con las huellas de los disparos con armasde alto calibre.

Fritz Glockner imagina la incorporación revolucionaria de su padre en Veintede Cobre, Memoria de la clandestinidad (1996) y a partir de un diario de DeníPrieto, Ignacio Retes narra en Por supuesto (2000), la vida de los habitantesde la Casa Grande. En el recuento hecho por Gregorio Ortega en Casa Maya(1977), de los crímenes de estado del 68 y los setenta, pregunta a propósitodel secuestro de Alberto Híjar y de la transcripción de los artículos 285 y 286constitucionales sobre el allanamiento de moradas y de los 364 y 365 sobreprivación ilegal de la libertad: ¿quién cometió más delitos: la policía o elcatedrático?". Con la misma intención jurídica, la revista Injusticia delos abogados Ortega Arenas, comentó la ilegalidad de los procesos y Juan Miguelde Mora en Por la gracia del señor presidente, México: la gran mentira (1975),luego de una introducción y una primera parte sobre los cuentos de laindependencia, la soberanía y el municipio libre bajo la dictadura del partidoúnico, trató, a partir de notas de prensa la represión de los setenta y enespecial, el secuestro violento de Alberto Híjar. El compañero Javier recuerdaen un video como en Lecumberri acabaron por ser conocidos como flanes por lospresos de otras organizaciones. Ahí sufrieron toda suerte de expoliaciones,heridas infectadas y amenazas permanentes. En una serie sobre mujeres delCanal Once, Gloria Benavides narró in situ la masacre de la casa de Nepantla.

Raúl Prieto, mejor conocido como Nikito Nipongo, firmó con su nombre oficialun artículo en Excélsior sobre la masacre de su pariente Dení Prieto quien asus dieciocho años fue asesinada en Nepantla y desaparecida en alguna fosacomún. Comparó esto con el caso de Salvador Puig Antuich culpado de ejecutar aun policía en el País Vasco, cuando ETA daba sus primeros pasos a la par delPartido Socialista de Liberación Nacional de los Países Catalanes. El jovenestudiante de 26 años fue sorprendido en un portal y al defenderse de laagresión de un grupo de guardias, logró disparar y matar a uno de ellos.España entera estaba conmocionada por la espectacular ejecución del almiranteCarrero Blanco, seguro sucesor de Franco, cuyo automóvil fue a dar a unaterraza en un primer piso con el estallido de la bomba detonada a su paso. El1º de marzo le fue comunicada la sentencia de ejecución a Salvador con laexplicación del funcionamiento del garrote vil, ese espantoso aparato con untornillo aplicado en la nuca ideado por algún siniestro inquisidor. Al díasiguiente, y luego de despedirse de su familia, Salvador fue ejecutado, sucuerpo fue entregado a sus familiares y pese a la represión dictatorial, loacompañaron movilizaciones y un funeral combativo. Una flor para Dení, pidióRaúl Prieto comparando el trato de Salvador por la dictadura de Franco, sinembargo respetuosa del cadáver, a diferencia de la brutalidad del ejército, lapolicía y la flamante Brigada Blanca en México. La dictadura de Franco permitióel juicio, la defensa y la relación familiar. La dictadura de Echeverría nada,sólo la muerte violenta.
El capítulo 8 del libro testimonial Charras (1990) de Hernán Lara Zavala,inicia con la descripción de la última fotografía de Efraín Calderón Larasentado sobre la salpicadera de su volkswagen con el pie derecho sobre ladefensa. "Cinco trabajadores de CUSESA lo rodean, de pie y con las manosen los bolsillos, como si también estuvieran a la espera de algo oalguien". Narrados los acontecimientos por día y hora en el libro tituladocon el sobrenombre del joven abogado organizador de los trabajadores deltransporte y de cooperativas de producción hasta preocupar a la corrupta unidadentre los gobiernos priístas de la Península de Yucatán, la CTM y los caciquesy empresarios, llega el paso entre el miércoles 13 y el jueves 14 de febrerocuando el dirigente fue secuestrado pese a sus intentos por burlar lapersecución. Miguel Angel Granados Chapa compararía las acciones de Monterrey,Nepantla y Ocosingo, con especial referencia al secuestro y desaparición deAlberto Híjar, con lo ocurrido al Charras. Mientras el primero sufrió secuestro y tortura en cárcel ilegal, pero al fin fue remitido a laProcuraduría General de la República y luego a la cárcel de Lecumberri con loscapturados de Monterrey y los sobrevivientes de Nepantla, el cuerpo torturado ysin uñas del Charras fue encontrado en la orilla de la carretera a Campeche. Niel gobernador Carlos Loret de Mola ni el Director de Seguridad Pública delestado, Teniente Coronel José Felipe Gamboa, sufrieron mayor castigo a cambiodel encarcelamiento en condiciones especiales del autor material del crimenCarlos Francisco José Pérez Valdés y sus cómplices, finalmente escapados de ladébil prisión en la que permanecieron unos meses. El criminal dio su versión:"Calderón Lara se defendió hasta con los dientes y aunque le pusimosvarias inyecciones para dormirlo, dos veces despertó, y en la segunda, ya alamanecer, nos vio bien y nos reconoció. Por eso decidimos matarlo".

En la nota de Ultimas Noticias del 15 de marzo, se describe la golpiza y seguramentetortura a la víctima en el tramo entre Carrillo Puerto y Bacalar. "PérezValdés le disparó a la cabeza cuando estaba en el suelo amarrado y apenas abríalos ojos". El subdirector Carlos Marrufo, el comandante Víctor ManuelChan, William Salazar, Néstor Martínez, Juan Burgos y Eduardo o Carlos Saenz,participaron como escoltas, cómplices y seguridad para proteger al asesino. Elmito de la medicina forense Alfonso Quiroz Cuarón viajó desde la capital de laRepública para hacer un dictamen inútil pero justificador de la hipócritapreocupación de los gobernantes.

La conmemoración del 12 de febrero en Nepantla, recordará esta ola represiva y ahí se manifestará el asombro triste por el olvido de quien debiera tenermonumento y seguidores en toda la península de Yucatán, del que igual debieraestar presente en Cataluña y el País Vasco y de quienes soñaron en organizaruna red nacional para garantizar la revolución en México. Indignado asombrocausa la impunidad de Nazar, el Procurador General de entonces, Pedro Ojeda ypor supuesto, el agente de la CIA desde que era subsecretario de Gobernación,Luis Echeverría, identificado como Limpo IV por el exagente yanqui Phillip Ageeen su libro testimonial Diario de la CIA de 1979. Dice el gobierno que soncrímenes del pasado, habría que preguntar a las familias y a los sobrevivientessi ya prescribieron las infamias.

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