lunes, 8 de enero de 2007

BAJO PROTESTA.

Muchos somos los que vivimos bajo protesta. Esto quiere decir nuestro desacuerdo con el juego y las reglas al arbitrio de un poder necesariamente represivo. Ante la imposibilidad de hacerle al Robinson Crusoe, convivimos con los represores y protestamos. Como no somos artistas capaces de volver signos bellos aceptables y aplaudidos socialmente nuestras inconformidades, ni tampoco cultivamos la neurosis extrema para encerrarnos en nuestra subjetividad doliente, sufrimos. “Cómprate un hámster”, recomienda mi nieto. Hipnotizados por la carrera inútil del animalejo cautivo en el cilindro girador sin fin, podríamos calmarnos pero no.

Lo interesante de la insurrección civil instrumentada por López Obrador es la reunión de los hartos, algunos artistas solos y en grupos y muchos simpatizantes que confunden la oposición de izquierda con los rituales contestatarios. Del partido como tal, el PRD, casi nada sino los voceros y los proveedores logísticos con libre acceso a las bodegas, las arcas y las nóminas delegacionales del gobierno del Distrito Federal. Esta parte dirigente ha declarado su participación bajo protesta en la pequeña concesión de recuente, 9.7%, como respuesta a su demanda principal de voto por voto, casilla por casilla.

Lo que preocupa a unos cuantos, es la ausencia de programa donde insertar la decisión del Tribunal Electoral prevista por los pesimistas como un paso más en la imposición de Calderón como presidente. Al respecto, el coordinador de los Senadores del PAN ya anunció la necesidad de una reforma electoral de fondo. Del lado del PRD no hay todavía una propuesta de oposición.
La imposición de Calderón no es profecía, sino afirmación estadística y política en vista del gobierno de Fox exigido por un estado en crisis histórica impuesta por el Imperio a la par de jugosos negocios trasnacionales. El PAN más que nunca afirma su vocación antipopular, apenas consolada por los llamados del Episcopado Mexicano a la paz y la concordia que tendrían que ser traducidas con aceptación de los fraudes gubernamentales de todo tipo con resultados exterminadores de pueblos y comunidades. De aquí la represión y la impunidad probada en Pasta de Conchos con los 62 cadáveres desaparecidos, Lázaro Cárdenas con los mineros asesinados de SICARTSA, con el gobernador corrupto presidiendo un acto campesino con Fox en la Sierra de Puebla, con los 22 presos de Atenco y su presidente municipal repartiendo bonos entre los ediles a cambio de las escuálidas becas, con el FOBAPROA, con la exculpación de Romero Deschamps por el Pemexgate para los invictos Amigos de Fox, con el sello de pendiente para los juicios de los hijos de su Martha. Sobre estas bases, con jueces venales y magistrados bien cebados en todos los órdenes, es imposible el milagro de la declaración de nulidad de las elecciones. Sería tanto como una autodescalificación a la que ha resistido el gobierno de Fox con un principio de autoridad a prueba de protestas nacionales e internacionales. Ya se vio en Puebla, en Jalisco con los golpeados y encarcelados como escarmiento, con lo de Atenco y Oaxaca.

Descalificar al gobierno por antidemocrático y represivo en extremo, tendría que ser respondido por un programa político y para esto hace falta un partido. El PRD una vez más, muestra capacidad contestataria para dejar en otras mentes, las líneas programáticas. De aquí las presencias de Camacho Solís, Muñoz Ledo y muchos otros admitidos como candidatos admitidos a las Cámaras y al gobierno de los estados, pese a sus malas famas vueltas buenas por aquello de las influencias y los cotos de poder, económico por supuesto. Lo importante para el PRD, es el poder aunque el caso AMLO lo coloque en el umbral de cumplir de veras la consigna de ¡Primero los pobres!. Pero un partido no se politiza de un mes al otro, porque concibe la unidad como contribución a las movilizaciones. De aquí que prevalezcan los concursos ingeniosos, las tocadas y los torneos en los 42 campamentos que cubren nueve kilómetros del Paseo de la Reforma. Más allá del PRD, empiezan a organizarse asambleas deliberativas de las que pudiera surgir una organización desde la base. Falta la consideración del fin del estado y no sólo del gobierno de ultraderecha, para iniciar el proyecto de asamblea del poder popular, como en Oaxaca.


Admitir bajo protesta el poder del Estado está bien cuando se tiene un programa para el largo plazo que ya empezó, molestar a Fox en sus giras está bien, bloquear entradas de consorcios y oficinas de estado también; gritar, cantar, marchar, es necesario, pero nada de esto es suficiente ni se completa con la simulación de una asamblea multitudinaria de seguidores incondicionales sin voz ni voto. Un partido que no lo es, sólo puede movilizar, ocupar, protestar, simular parlamentos paralelos, pero con diputados, senadores y asambleístas que convalidan el poder del estado con una oposición limitada y engañosa.


Al menos Marcos Rascón, distinguido perredista opuesto a las concesiones, llama la atención sobre la urgencia de un programa político. No es el único preocupado desde dentro con la esperanza de conmover a López Obrador que parece no tomar nota ni emprender acción alguna fuera de sus asesores escogidos en la aristocracia del reformismo que se mueve hacia donde soplan los vientos que colocan y descolocan. Así se evitan la consolidación de la oposición de izquierda y su reducción simbólica. Pueden preverse sus acciones: no asistir a la toma de posesión de Calderón, llenar el Zócalo el mismo día para arengar a las masas a resistir, cambiar la jugada de la defensa de AMLO a la defensa de la Patria y nación. Quienes quisieron politizarse, participar con todo de la resistencia contra el fraude electoral, constituir una fuerza popular constante e inflexible, tendrán entonces que regresar a vivir bajo protesta. Unos cuantos organizarán la destrucción del Estado corrupto.

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