La conmoción nacional empezó en la cena de Navidad de la CONAGO. No fue el alcohol, sino los brindis, los generadores de un extraño y profundo sentimiento colectivo de culpa y perdón. De aquí la culminación con las palabras de Ulises Ruiz Ortiz para reconocer sus culpas a partir de acusaciones despreciadas en principio al ordenar el derribo de tres añosos árboles en el centro de Oaxaca. Reconoció su error, su infamia al ordenar la brutal desocupación del plantón de maestros y la gran vergüenza por dirigirlo y regodearse desde un helicóptero. El llanto no le impidió describir su arrepentimiento por ordenar la formación de escuadrones de paramilitares protegidos por la policía para asesinar hasta veinte participantes en las movilizaciones de la APPO. Las barricadas fueron su blanco preferido y con la intervención de la PFP, las golpizas y secuestros de todos los transeúntes y manifestantes en los días de protesta, se llenaron cárceles y se corrompieron ministerios públicos, jueces y a la Procuradora, la misma que desató su llanto arrepentido ante la estupefacción generalizada de los gobernadores y los invitados especiales. Fue como un contagio, los mariachis callaron y de la mano sin fuerza de Enrique Peña Nieto, cayó la copa sin darse cuenta. Al abrazar a URO, tomó el micrófono y describió los horrores de Atenco, la intolerable perversidad compartida con Wilfrido Robledo al comandar los ataques de mayo y su espantoso regocijo al ver como caían ensangrentados los defensores a pedradas del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra. Recordó dolido el entusiasmo ante la traición del Presidente Municipal perredista de Texcoco que lo animó a elevar la represión. Llamó el bien engominado gobernador del Estado de México a las televisoras presentes al reconocer el enorme daño que han causado al presentar las cosas al revés: violentos y agresivos no son los del FPDT o los de la APPO, somos nosotros, somos nosotros, repitió con un sollozo incontrolable, por haber organizado el asalto definitivo a San Salvador Atenco con los locutores de Tv Azteca y Televisa al frente. Señor, no sabíamos lo que hacíamos, clamó mirando los candiles de cristal cortado del techo del Centro de Convenciones, mientras caía arrodillado y con los brazos en cruz.
Pálido pero firme en su paso militar, Ardelio Vargas tomó del brazo a Medina Mora y pasó al frente para decir que ante las conmovedoras palabras escuchadas, no podía menos que jurar su negativa a encabezar ataques como el de Atenco y Oaxaca. La unidad entre la PFP y la AFI no será jamás usada contra el pueblo en lucha, aseguró. Reconoció la justicia invocada por los opositores a revolver la procuración de justicia con la investigación de delitos federales. Pido al doctor Medina Mora que nos comprometamos a pasar a la historia ordenando desde aquí el cateo de la isla de Roberto Hernández, su aprehensión inmediata y el aseguramiento de sus cuentas bancarias, igual con los hermanos Bribiesca, el aseguramiento de Martha Sahagún, Lino Korrodi, la detención de Romero Deschamps y Aldana para que rindan cuentas del Pemexgate, de los hermanos Hank González en la presidencia municipal de Tijuana, de Serrano Limón para que explique lo de las pantaletas minúsculas y coloridas con fondos (monetarios) de la Lotería Nacional.
Un silencio profundo apenas interrumpido por el inoportuno tintineo de una copa o el arrastre de una silla, fue el preludio de los aplausos tímidamente iniciados para seguir con vítores a la justicia, la paz, la concordia universal. ¡Se ve, se siente, Jesús está presente!, fue el grito unánime mientras a todo volumen se escuchaba la conmovedora interpretación de Luis Miguel, Santa Claus llegó a la Ciudad. Tomados de la mano, los góber preciosos emprendieron una ronda que salió a la calle, rodeó la manzana para sorprender a los vecinos que salieron a aclamar la festiva danza, mientras los escoltas tiraban al suelo pistolas 9 mm, metralletas, radios y diademas de comunicación rápida y arrojaban al aire puñados de polvo blanco que como nieve se posaba en las cabezas de todos. Tiernos ojos en blanco acompañaron las respiraciones a todo pulmón.
El despertar fue cruel: 28 de diciembre, los Santos Inocentes, Herodes triunfador. Inocente lectorcita que te has dejado engañar sabiendo que en estos días nada se puede soñar.