sábado, 16 de junio de 2007

Tránsito al socialismo

A Marx no le caía muy bien Bolívar. Lo consideraba un criollo ladino sin más perspectiva histórica que el cambio de mando y propiedad para quitar a los colonizadores lo que tenía que ser de los nativos americanos no indígenas. Esta visión, es parte del eurocentrismo cargado de evolucionismo darwiniano que tanto daño ha hecho al marxismo. Que la ideología burguesa lo fatigue con su invocación del progreso y el desarrollo como justificantes de la explotación, es natural, pero que el mismísimo Marx viera con buenos ojos la invasión yanqui a México como prueba de cómo el más desarrollado y progresista sacaba del marasmo histórico al más atrasado, es una de tantas pruebas de dos situaciones: Marx no es infalible como sólo dicen que es el Papa cuando habla en nombre de dios y la ideología burguesa del Estado progresista y desarrollista es canija, altamente influyente.

Viene a cuento todo esto porque el fantasma del socialismo recorre Sudamérica. Chávez terminó su discurso de toma de posesión con el grito que alguna vez dijera en Cuba Fidel: socialismo o muerte. Y ahora Correa, el ecuatoriano en ceremonia inédita con indígenas andinos, afirma que América “no vive una época de cambio, sino un cambio de época”, en tanto Evo Morales afirma que “la lucha antiimperialista y antineoliberal del hermano presidente Fidel Castro no ha sido en vano”. Los tres, Rafael Correa, Evo Morales y Hugo Chávez, fueron ataviados con el poncho de la diversidad, el sombrero negro del equilibrio y el fuete de la disciplina, entre el ondear de huipalas, las banderas blancas con franjas rojas y verdes de los pueblos andinos. Un bolivarismo jamás imaginado por Bolívar, encuentra fundamento en el ayllu, esa forma colectiva de hacer producir a la tierra con estructuras de poder distintas a las del Estado-nación impuesto por la acumulación capitalista colonial. Esto es distinto a la concepción de Bolívar de la integración americana como integración de estados porque el bolivarismo actual apunta a que esta integración tenga como fundamento la nación continental compleja y diversa.
¿Será esto el tránsito al socialismo en América?. Ahora es cuando la crítica histórica es urgente para aclarar la paradoja significada sobre todo, por Hugo Chávez. A la par que anuncia su permanencia como presidente con una Constitución reformable, impulsa Consejos Comunales y poderes populares diversos, distintos y hasta opuestos a los municipios y divisiones departamentales características del sistema centralista. Una nota de prensa afirma con razón, que las formas nuevas de gobierno acabarán con los gobernadores y los alcaldes, cosa que intuyen los ricos traficantes con la propiedad aliada de los consorcios trasnacionales y los caciquismos (gamonalismos) tradicionales. El proyecto de una Confederación de Consejos Comunales desaparecerá los 335 municipios actuales.

El punto crítico está en discernir como se irá extinguiendo el Estado capitalista y si esto es posible, para ceder ante los poderes de los trabajadores organizados en el campo y la ciudad para administrar la producción y la reproducción social. Cómo hacer que la historia de masacres campesinas que tan bien narra Manuel Scorza y que mantienen en duelo a los pueblos de Los Andes y también a los de Chihuahua, Chiapas, Guerrero, Veracruz y Oaxaca, no se repitan más porque construyen un poder nuevo con su autodefensa correspondiente. Salvo la APPO en Oaxaca, ese proceso de extinción del Estado capitalista exige, por lo pronto, dirigentes tan personales como Chávez, Evo y Correa. Pero lo interesante es que al menos los dos primeros, alientan poderes populares donde los usos y costumbres indígenas adquieren un sentido anticapitalista y antiestatista. Sobre esto escribió en prisión el hoy vicepresidente boliviano Alvaro García Liniera en un libro de título elocuente que habría que repasar: Forma valor y forma comunidad. Parece que la conversión garante de la acumulación capitalista, mercancía-dinero-mercancía, MDM, puede tener en el ayllu un principio productivo de sustitución que en un proceso totalizador histórico económico-político, puede realmente significar el tránsito al socialismo al no instalarse en el comunalismo precarista.

El ALBA, Alternativa Bolivariana para las Américas, puede ser ese proceso totalizador. Rica en petróleo, Venezuela lo intercambia por servicios con Cuba y Bolivia entra a este proceso con el agua y el gas en proceso de nacionalización enfrentado con los empresarios exigentes de autonomía para fundar su propio estado. Una especie de trueque pasa por encima de los intereses capitalistas y atrae a gobernantes de países como Irán, urgidos de aliados antiimperialistas, con lo cual el ALBA adquiere dimensión internacionalista. Marca una tendencia libertaria, aquella que el Che exigiera en Argel en 1965 cuando llamó a la URSS a patrocinar revoluciones y a impulsar un mercado internacional liberado de los precios fijados por las grandes potencias. Algo así como la paga de Cuba al petróleo soviético que se hacía con los llamados pesos convertibles sin valor mercantil, especie de pagarés útiles para llevar en orden las cuentas, no para venderlas o comprarlas en el mercado accionario transnacional desinteresado de las naciones. Así se ha resistido a la globalización y su cuento de libre mercado, manejado por la alta burguesía desde el siglo XIX como utópico y reaccionario motor del desarrollo y el progreso que si no llega ahora, ya será mañana. El ALBA pretende ser todo lo contrario porque en lugar de la competitividad capitalista, erige como principio el internacionalismo proletario. La calidad proletaria no es sólo un impulso de Estado, sino un proceso ascendente de organización popular consolidándose en su lucha contra empresarios y demagogos derechistas democristianos. La conciencia de clase la construye el pueblo en lucha que se sabe apoyado por el gobierno, con la certeza de que este no es nada sin él. A la par se da la apropiación tecnológica en procesos productivos bajo control de los trabajadores, como proyecto de Estado en transición al socialismo.

Cabildo abierto exige en Cochabamba la renuncia del alcalde-empresario empeñado en un referéndum por la autonomía. En respuesta, sus empresas y tres canales de televisión han sido ocupados por el pueblo organizado. Socializar lo que el enemigo histórico privatiza es ya una tendencia y un bloque histórico. Desde Venezuela con la negativa a la renovación de los derechos de la televisora de ultraderecha delirante y agresiva, hasta la aparente espontaneidad de los pueblos para otorgarse comunicación de sus intereses, las tomas de radios mercantiles y de televisoras de Estado por la APPO en Oaxaca, tienen impulso semejante en el centro de Sudamérica, ahí donde el Che soñó en iniciar la liberación americana.

El Foro de Sao Paulo delibera en San Salvador y fatiga el argumento de la soberanía nacional de Estado. Tal afirma Anibal Pereira a nombre del Frente Amplio de Uruguay. De tan amplio este frente como el Frente Amplio Progresista en México, se limita a reivindicar la nacionalización estatal energética y el tratamiento y distribución del agua. Jaime Caicedo del Polo Social colombiano, insiste en oponerse a las privatizaciones, mientras Willy Meyer del Parlamento europeo y la Izquierda Unida de España, adjetiva la discusión contra la desigualdad, igual que René Arce del PRD. Con esta izquierda timorata, electorera, instalada en los lugares comunes del reformismo sin reformas efectivas pero con cuotas electorales seguras, no hay nada que hacer más que oponerse y oponerse sin moverle un pelo a los dirigentes comisionados y aliados del FMI, el BM y la OMC en los gobiernos americanos. Lo malo es que fomentan falsas esperanzas en organizaciones populares decididas a portarse bien, seguir al caudillo y evitar toda mención al socialismo, la Revolución, el fin del Estado, aunque en apariencia este pretenda ser otra vez benefactor de ocasión. Allá ellos y Ulises Ruiz con sus reformas de Estado a ver si se logran modificar un poco los textos constitucionales sin garantía alguna de cumplimiento de las leyes emanadas del pueblo, claro, por la vía de sus representantes inevitablemente espurios.

Lo del centro de Sudamérica es otra cosa que tiende a la extinción del Estado capitalista. Si esta tendencia logra superar el caudillismo estaremos ya en transición al socialismo. De aquí la pertinencia de articular a las izquierdas desde abajo con instituciones propias lo mismo en un agitado lugar que en otro.

No hay comentarios: