sábado, 16 de junio de 2007

Estados contra naciones

El gobierno de Evo Morales negó reconocimiento a la prefectura popular de Cochabamba, difunde la nota de prensa el 17 de enero. Manfred Reyes Villa pudo regresar anunciando su aceptación del referendo revocatorio propuesto por la Presidencia de la República. Nombró prefecto interino a su secretario general Johny Ferrel. Por su parte, el vicepresidente Alvaro García Liniera declaró el respeto a la ley y a las autoridades electas democráticamente. El prefecto popular Tiburcio Herradas viene de Tupac Katari, la mima organización a la que perteneció García Liniera, quien sufrió cárcel donde escribió Forma Valor y Forma Comunidad donde reivindicó su seudónimo revolucionario de Qhananchiri. El vocero presidencial Alex Contreras acentuó la ausencia del Movimiento al Socialismo y sus campesinos cocaleros, del proceso revocatorio del cargo del alcalde Manfred Reyes, destacado empresario promotor de la autonomía de Cochabamba como parte del proceso de ruptura con la República de Bolivia.

El estado-nación ofrece una vez más su presencia omnipotente. La pareja gobernante de Evo y García Liniera significante de una alianza de proyectos revolucionarios, desconoce una decisión nacida y crecida desde y por bases insurrectas y devuelve el poder al golpista frustrado con quien negocia un referéndum para saber si ha de ser depuesto. El estado triunfa así sobre la nación al reducirla a sus procedimientos autoritarias. La tradición de lucha promovida por el Ejército Guerrillero Tupac Katari y el MAS resulta negada por sus exmilitantes transformados en dirigentes de Estado.

Desde una visión revolucionaria triunfal, puede decirse que la transición democrática al socialismo tiene que hacer equilibrios contra el orden viejo y el nuevo. No dicen lo mismo los activistas y militantes de las bases y así lo han manifestado desde los tiempos del vacío cuando tiraron al Presidente de la República y fueron contenidos por la negociación que puso en manos de los diputados el futuro de Bolivia. Así llegó a la presidencia Evo Morales. Habría que ver si ahora resulta depuesto al fin el prefecto de Cochabamba.

Pero los tiempos y las forman cuentan en la transición porque de poquito en poquito puede avanzar la restauración del orden viejo que por lo visto goza de cabal salud. El tiempo y forma de Estado es de sus órganos de gobierno, el de las asambleas populares es el de la decisión directa con resultados inmediatos. La mediación de los representantes está en juego y tal parece que se legitimidad choca contra una legalidad impuesta desde la Presidencia y Vicepresidencia de la República, ya olvidados de sus viejas militancias. Tiburcio Herradas, el prefecto popular, tendrá que esperar y no hay información de lo que ocurre en las bases insurrectas, fuera de los enfrentamientos con policías que han actuado por instrucciones de Estado.

La dialéctica tendría que orientar la transición si es que hemos de seguir llamándola socialista. Los acuerdos y declaraciones del Mercosur tendrían que articularse con la formación constante del bloque histórico necesario. En él, los trabajadores liberados instrumentaciones neoliberales y las organizaciones sociales y políticas de izquierda en tanto sus servicios al pueblo, tienen que crear estructuras de poder articuladas con el Estado. No hay otra manera de rescatar las naciones y los pueblos de sus reducciones oligárquicas. Tal ocurre en Venezuela donde a la par de los plenos poderes comedidos al Presidente Chávez para decretar leyes nuevas, hay la decisión explícita de consolidar los poderes comunales hasta hacer de proyectos como Barrio adentro, un recurso de ascenso organizado de los beneficiarios de los apoyos del Estado.

Para como van Bolivia y Venezuela, parece que nada cambiará sin la intervención del Estado-nación, siempre y cuando las bases sociales adquieran la combatividad necesaria para avanzar. El avance tiene que dejar en claro todo el tiempo y toda forma que el socialismo es extinción del Estado o no pasa de ser capitalismo de estado benefactor más o menos generoso. Mientras la riqueza petrolera de Venezuela de para asistir a los pobres, el Estado puede mantener su hegemonía. Pero los anuncios comuneros y antiimperialistas de Hugo Chávez no limitan el porvenir a lo que ordene el Presidente. Pero Bolivia es otra cosa con sus carencias y una oposición separatista y rica beligerante frente a la cual la Presidencia actúa con cautela al evitar el choque armado sin dejar de manifestarse con claridad contra los intereses de los empresarios y latifundistas más poderosos. De aquí la importancia de las alianzas bolivianas estratégicas con Hugo Chávez como vocero no designado que en su locuacidad tan molesta para los oportunistas políticamente correctos de siempre, revela la criminalidad imperialista y la decisión de que si tocan a uno los tocan a todos y procederán en consecuencia, Venezuela en especial porque de Brasil, Uruguay, Paraguay no puede esperarse mucho.

Cuando Daniel Ortega escalaba, su campaña triunfal a la presidencia de Nicaragua, Víctor Tirado, el sandinista histórico nacido en México, llamó la atención sobre la trampa de suponer al socialismo como estado fuerte para dar por resultado el capitalismo monopolista de Estado. En Bolivia y Venezuela parece que esto no será así porque las nacionalizaciones de la energía, el agua, el petróleo y el gas están acompañadas por la vigilancia de las organizaciones de base que los propios estados protegen. Nicaragua, en cambio, parece orientar su pobreza sólo superada en el Continente por la de Haití, a una tímida legislación de garantía de la educación y la salud para los más pobres, sin que se precise cómo será posible tanta maravilla semejante a las falsas ilusiones del Estado mexicano, insospechable de transitar a nada más que el fortalecimiento de la dictadura del gran capital con todo y sus proyectos de Seguro Popular y atención universal a los recién nacidos, imposibles de cumplir con la desmantelada salud pública y el aliento a los monopolios de los hospitales privados.

Difícil el tránsito al socialismo. De aquí la urgencia de alerta máxima a todas y cada una de las decisiones de estado en el centro de Sudamérica y a las réplicas y respuestas de las naciones que encuentran en las organizaciones de la base social, sus defensores en lucha. En la víspera del primer año de gobierno de Evo Morales, hay que estar pendientes de los equilibrios entre el viejo orden y el nuevo tan débil aún.


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