sábado, 16 de junio de 2007

Horroris Causa


El distinguido científico social italiano Giovanni Sartori cumplió puntualmente las dos actividades programadas antes de la recepción de su doctorado honoris causa por la UNAM. Fue con un grupo de colegas mexicanos al Instituto de Investigaciones Jurídicas, sagrario de los abogados y/o funcionarios tipo Carpizo y Diego Valadés, para insistir en que la democracia en México requiere de reformas urgentes. Sólo así podrán salvarse los problemas de un partido sin presidente y de un presidente sin partido, dijo añorando los viejos tiempos en que el PRI dominaba todo. Los noticieros de Televisa amplifican las declaraciones para avalar la marcha actual de reformas con frutos visibles al parecer sin regreso: la Ley Televisa, la de pensiones y jubilaciones, la fiscal, la energética con el correlato de la reunión del Plan Puebla Panamá con la propuesta principal del presidente espurio de hacer una refinería en Centroamérica, donde quiera que sea, para salvar el impedimento de no permitir a la iniciativa privada la inversión directa en instalaciones energéticas. Sartori resulta un justificador manejado como propagandista, de la línea reformista y antipopular característica del gobierno actual, continuador del foxismo. El ochentón profesor italiano fue llevado a Televisa donde se entrevistó con un su colega también doctor, que lo recibió en su despacho para probar el poder de atracción del consorcio. Nada de que el ocupado dirigente fuera a saludar a su hotel o a algún recinto académico al doctorante honoris causa. Este tuvo que ir al despacho del gerente Leopoldo Gómez para no dejar dudas de quien manda.

Se repite así lo ocurrido en los ochenta cuando Televisa, ya asociado con la Rectoría de la UNAM, trajo a los llamados Nuevos filósofos franceses con un mensaje de liquidación del marxismo, del leninismo y de todo lo que tuviera que ver con líneas revolucionarias, cuando en México y en América se sufrían dictaduras y represiones que exigían la lucha armada, no por caprichos de dirigentes enloquecidos, sino como autodefensa frente a estados singularmente represivos. En aquel entonces, la gira fracasó porque tendimos un cerco al auditorio Ius Semper Loquituor de la Facultad de Derecho rodeado de las cámaras, los micrófonos y los reporteros de Televisa e impedimos la presentación de Busi-Glucksman y colegas. No faltó quien levantara después la bandera de la libertad de expresión y el espíritu universitario para llamar a la discusión con los agentes de la contrainsurgencia. Adolfo Gilly dialogó con ellos.

Las buenas relaciones entre la Rectoría de la UNAM y Televisa, por lo visto, van más allá de la presencia de dirigentes de la televisora en el palco especial del Estadio México 68, destinado a las relaciones públicas del rector Ramón de la Fuente que ha sabido construirse como el universitario más influyente y más conocido en España y América Latina, a donde viaja con frecuencia a recabar adhesiones a proyectos de intercambio, a recibir premios y doctorados, a reunirse con ministros de educación, a participar en conferencias magistrales. Es un modelo de rector globalizador que ha impulsado la eduación a distancia para que profesores y estudiantes gocen de becas y presten servicios simultáneos a universidades diversas de Europa sobretodo, porque nadie en sus cabales de prestigio, fama y sobresueldo, proyecta servir a una Universidad centroamericana, por ejemplo. Todo esto necesita soportes ideológicos tales como el desarrollo y el progreso, la pluralidad, el lugar de los universitarios para mejorar las relaciones entre los pueblos.

El siempre listo humanismo acude presto a justificar la modernización universitaria, la de México y con ella, la de América Latina y la de España. Presurosos y complacientes, se suman a la gran cruzada filósofos y sociólogos, novelistas y poetas, científicos y técnicos porque van de por medio becas, fondos especiales, apoyos de instituciones benefactoras como las fundaciones de los grandes consorcios evasores de impuestos, el Banco Interamericano de Desarrollo y las instituciones creadas ex profeso. La condición es sustentar un discurso de abstracciones útiles suficientemente argumentadas con una retórica iluminista y cierto dejo religioso a pesar del laicismo. Se trata del humanismo para el que todos somos iguales y nos debemos, por tanto, orientar por una ética organizada a partir de valores como equidad, justicia y reconocimiento del otro aunque solo sea en el papel. La lucha de clases no existe para este discurso y si topa con situaciones de poder histórico deriva las soluciones a las instituciones del estado como garantes de las reformas para que todo sea mejor a pesar de las evidencias.

Se entiende sobre esta base ideológica el porqué de los doctorados honoris causa a un prestigiado europeo , a un filósofo español de moda y a una filósofa cuyo mérito mayor es haber escalado cargos universitarios como la dirección de la Facultad de Filosofía, la participación en la Junta de Gobierno de la UNAM, la obtención del Premio Universidad, hasta alcanzar el nombramiento de profesora emérita. Juliana González goza así del derecho de hacer lo que se le venga en gana porque se le reconoce, por el Consejo de su Facultad y el Consejo Universitario, el mérito suficiente para disponer a su arbitrio de su saber acumulado que no tiene que sujetarse ya a programa alguno. Con el doctorado honoris causa culmina una carrera de enseñanza oral y escrita de una ética con reminiscencias de los clásicos griegos, que ha sabido procrear discípulos que la reproducen como profesores en ascenso constante, aunque más lento que el de su maestra. La ética en cuestión proclama valores universales para lo cual prescinde de las determinaciones históricas y sociales hasta resultar un sermón laico para alimentar la modernidad del estado y de seguro, tanto en la proclamación de Rectoria como en la recepción de la presea, abundarán los aplausos conmovidos de los humanistas de ocasión, bien trajeados y alimentados, que creen en la plenitud de la especie humana.

El otro doctorado es Fernando Savater, prototipo de la filosofía cool que hizo de Etica para Amador un best seller favorito de las buenas familias clasemedieras e ilustradas. Simpático y ameno, el lindo filósofo español es casi tan apuesto como el rector Ramón de la Fuente y lucirá espléndido con toga y birrete. Un comando de ETA lo tenía en su lista por lo que resulta oportuna la distinción de la UNAM para congraciarse con toda la derecha pacifista e intolerante, desentendida de presos políticos, autonomías en proceso y proyectos autogestivos. Nada, que para eso están las instituciones, coño. Son millones los manifestantes emparentados con la izquierda políticamente correcta de México y España que también repudia la violencia como si bastara la buena voluntad para terminarla. Cuando la energía eólica ha quedado en garras del consorcio español REPSOL objetado por el gobierno boliviano, el doctorado a Savater cae de perlas y diamantes a las buenas relaciones entre la gente bonita y decente de España y México.
Pura ideología, como decíamos los althusserianos de los setenta y ochenta para jugar con el señalamiento de nuestro maestro francés sobre la necesidad de reproducir las relaciones de producción no sólo con palabras convincentes del justo dominio del sistema capitalista. Propios y extraños tienen que resultar convencidos todo el tiempo de que la globalización es justa y necesaria, de que todo puede ser resuelto en la discusión plural aunque a los estudiantes y profesores críticos se les reprima, encarcele, expulse y procese penalmente tal como ocurre con los del movimiento que al arranque del milenio detuvieron la conversión de la UNAM en mercado para los que tienen con que pagar, todo bajo la línea sacramental de la competitividad.
Aquí aparece el humanismo tramposo de Sartori, González y Savater para convencer de que de todas maneras y sin importar lo concreto de la desigualdad y la devastación del planeta por los consorcios trasnacionales, la solidaridad existe y la humanidad puede ser mejor siempre y cuando la dirijan los iluminados universitarios privilegiados. El rito ayuda al convencimiento con sus togas y birretes, los elegantes invitados, el espacio señorial del mal llamado Palacio de Minería administrado por los ingenieros organizados para beneficiarse del prestigio universitario con la concesión del deporte Puma y los grandes negocios trasnacionales del consorcio ICA. He ahí el ejemplo a seguir, la unidad operativa de la posmodernidad conducida por hombres egregios con sus comitivas de científicos y humanistas de pacotilla, todo transmitido y reproducido a todo color en pantallas de muchas y pocas pulgadas. Una raza nueva da sentido globalizante al lema del caduco Vasconcelos. Un nuevo Espíritu ha triunfado.

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