martes, 22 de mayo de 2007

Barricada


La Barricada en Cinco Señores va resultando emblemática de la APPO. Nadie lo decreta sino la práctica misma de la insurrección. Reúne en ella dos características organizativas principales: la participación principal de universitarias (os) y la cercanía a Ciudad Universitaria que ha obligado a su reforzamiento con un foso y obstáculos mayores. Ocurre esto en un lugar estratégico para la entrada y salida al centro de Oaxaca, seguramente motivador del desmesurado operativo de destrucción organizado por la PFP el 2 de noviembre. El ataque con tanquetas provistas de cañones de agua, transportes militares y soldados disfrazados de policías provistos de equipos de asalto, la preparación con vuelos espías y la participación de helicópteros, topó con una resistencia de no menos de ocho horas para impedir el ingreso a la Universidad Autónoma Benito Juárez balaceada, gaseada y ocupada por su parte trasera. Se trataba de inutilizar Radio Universidad, otro emblema desde donde se describió el ataque minuto a minuto y se convocó al apoyo y a la resistencia hasta conseguir la participación combativa de contingentes barriales que finalmente hicieron retroceder a la PFP. De todo esto, la barricada en Cinco Señores resultó fortalecida.

Mejor será dar la palabra a la Reunión Vecinal en la Barricada de Cinco Señores: “Las barricadas son la forma de autodefensa ante la represión que el Estado ha venido orquestando, primero solo a nivel estatal y ahora en contubernio con la fuerza federal. Pero las barricadas no son solo autodefensa, son también una expresión concentrada del carácter combativo de la lucha del pueblo de Oaxaca. Son la forma de organización que ha permitido una respuesta contundente del pueblo que respondiendo al llamado de las barricadas: primero a través de los cohetones, luego las campanas de las colonias, llegando a la radio, y convirtiendo al pueblo en una fuerza combatiente capaz de derrotar a miles de PFP, incluyendo a los de elite, con todo y sus helicópteros “Hércules” y tanquetas, como lo demuestra la heroica batalla del dos de noviembre que iniciara en la barricada de Cinco Señores, logrando resistir hasta la llegada de miles de pobladores que defendieron decididamente “Radio Universidad”, y sacaron corriendo a las fuerzas represivas que NO PUDIERON lograr su objetivo de eliminar la barricada de Cinco Señores, ni mucho menos y por lo tanto no pudieron tomar la radio, no porque no quisieran violar la autonomía universitaria, ya que sí entraron a las instalaciones del ICE y al deportivo de la UABJO, sino porque NO PUDIERON CONTENER LA FURIA POPULAR. Luego de esta indiscutible victoria popular, no es el pueblo el que debe temerle a los gobiernos, sino los gobiernos deben temerle al pueblo. Es ahora cuando debemos intensificar nuestra lucha hasta que se larguen todos. Tanto al PFP como URO.”

Lo cierto es que las barricadas no son eternas. En la Comuna de París en 1871 acabaron a sangre y fuego por la Santa Alianza decidida a ahogar en sangre el primer gobierno de trabajadores en Europa, el asalto al cielo como lo llamó Marx. En América, las barricadas más decisivas son las de la Revolución Popular Sandinista sobre todo en su fase insurreccional en 1978 y 1979. El repliegue a Masaya como agrupamiento para el ataque final culminado el 19 de julio con la entrada triunfal a Managua, mantuvo tan activas las barricadas, que una semana antes motivaron la salida en guinda del dictador Somoza, de su nefasto hijo El Chigüín que no pudo hacer más con su ejército de adolescentes criminales lumpen de la Escuela Básica de Infantería. Los aviones somocistas arrojaron tambos de gasolina sobre las barricadas para causar explosiones e incendios altamente destructivos que no bastaron para despoblarlas y permitir el paso de los transportes militares con su carga de asesinos. Los adoquines retirados del suelo para construir las barricadas fueron reforzados por foros-trincheras con su dotación de molotovs y bombas caseras de contacto, de esas que Monimbó, el pueblo indígena junto a Masaya, ofreció como armamento popular sumamente peligroso de manipular. El solo calor de la mano, s e la voló a numerosos combatientes que poblaron los hospitales de Cuba. Al triunfo, esas barricadas fueron levantadas sin más ceremonia que la colocación de modestas placas de madera con los nombres de los caídos como proyecto inicial de nombramiento de calles con los héroes y mártires. A cambio, Barricada fue el nombre del diario oficial del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Al confiar en que bajaran las decisiones, como solía decirse en las organizaciones de base, la raíz combativa insurreccional perdió iniciativa y fue sujetada a las órdenes de los comandantes. Los disciplinados, para no decir incondicionales, dieron lugar a organizaciones de masas que transformaron la vigilancia, la seguridad, el abasto, organizaron las milicias y los batallones territoriales. La Universidad pública tuvo que cerrar porque no sólo era imposible organizar cursos y a la par hacer nuevos planes y programas, sino la Juventud Sandinista argüía movilizaciones y hacía veladas de toda la noche, a cambio de ignorar las necesidades de la nueva Universidad. Todo acabó mal para todos. Nunca cuajó el Partido, la decisión frentista de la tercera vía ni socialista ni capitalista, concentró el poder y la derrota compañera del bloqueo y el patrocinio yanqui a la contra. La corrupción para no dejarle nada a la derecha liquidó el proyecto revolucionario y peor fue en la siguiente candidatura de Daniel Ortega con camisas floreadas y Rosario Murillo, esposa guapachosa al calce en su calidad de cacique cultural. De las barricadas, de la insurrección, de Barricada, sólo quedaron masas jamás atendidas para consolidarse como pueblo en lucha. La vanguardia probó su efímera capacidad político-militar, su ineptitud gobernante y su ignorancia histórica sustituida por un irredento caudillismo apenas replicado por sandinistas tan dignos como incapaces de superar el voluntarismo. Las barricadas y las caravanas significan el esplendor insurreccional perecedero. Si se trata de su sobrevivencia, tendrían que servir como punto de partida de organizaciones de barrio poderosas que pudieran transformar las relaciones sociales con programas culturales de reflexión histórica, con bibliotecas abiertas al préstamo de libros y a las lecturas en grupo, cineclubes y fiestas comunitarias que bien podrían empezar con las posadas decembrinas, a la manera de la Guelaguetza vivificada por la APPO por oposición a su reducción turística. Todo lo que el enemigo ha privatizado, hay que socializarlo y esto sólo es posible con nuevas relaciones de producción prefiguradas en las barricadas y las caravanas.

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